Estrategia, organizaciones, finanzas y hasta operaciones y logística son – todos – cursos que un estudiante de Administración debe ver durante su pregrado. Usualmente, en las clases, hay un libro de ejercicios que cuentan con sus respectivas soluciones, claras y casi siempre únicas, para resolver los dilemas planteados. Cuando se habla de responsabilidad social o sostenibilidad empresarial, se está haciendo referencia a algo tan complejo como las relaciones humanas y los incentivos que hay detrás de estas. Son conceptos que incorporan todas las asignaturas mencionadas anteriormente y que, además, resaltan lo humano como el lazo que las une dentro de un contexto empresarial global. Es por esto que es tan importante salir del aula para entender verdaderamente cómo se traduce al contexto colombiano, un país que no es ajeno al dolor y al olvido.
Eran las 6 de la mañana y ya varios estudiantes esperaban a que se abrieran las puertas del bus para entrar. Ya todo estaba listo para comenzar esta salida de campo que con tanto esfuerzo habíamos logrado coordinar con todos los participantes. En ese momento, todos sabíamos que visitaríamos una finca de rosas ubicada en Sopó donde se incorporaban planes de mejoramiento social en los procesos. Por eso, sabíamos que debíamos hacer nuestro mejor esfuerzo para entender cómo se plasmarían los aprendizajes durante la clase a una empresa que pertenece a uno de los sectores más rentables de la economía colombiana.
Llegamos a un portón donde nos estaba esperando una mujer con una sonrisa de oreja a oreja. Nos hizo seguir por un camino desde el cual, a lo lejos, pudimos ver cómo decenas de mujeres movían rápidamente sus pies y manos entre hileras de plantas (de un verde vivo); al llegar a las “oficinas” empezamos todos a comprender donde estábamos realmente. Varias personas nos recibieron con galletas y café en un espacio en el que todos los días funciona la cafetería y allí, Daniel Vélez, dueño de la finca, nos dio un abrebocas acerca de la historia de la finca y cómo esta opera dentro del sector. Haciendo honor a su profesión de abogado, nos contó un poco sobre la historia de la industria y cómo esta iba mucho más allá de simples ciclos económicos. Finalmente, nos explicó la operación de los sistemas de compensación a los empleados y cómo habían logrado pagarles más del doble – que el promedio de la industria – generando una altísima productividad.
Finalmente, llegó el momento de explorar la finca. Empezamos el recorrido en una carpa inmensa llena de las mismas hileras de plantas que habíamos visto a la entrada. Una trabajadora acarreaba un coche de metal entre las filas y seleccionaba con mucho cuidado cada ramo de flores repleto de cogotes sin florecer. Se detuvo, y con una amabilidad característica de todas las personas que habíamos conocido hasta el momento, nos explicó cómo había llegado recomendada a esta finca, donde era muy difícil entrar debido a la baja rotación de personal. Más adelante, pudimos conocer a la señora Miriam, una mujer que conocía mejor esta finca que nadie. Su esposo, ya pensionado, había manejado un tractor allí por más de 40 años, mientras ella y su hija recolectaban flores. Nos enseñó con mucho orgullo su trabajo y nos invitó a seguir a una carpa oculta en el fondo, donde Daniel nos permitió recolectar flores como si fuésemos trabajadores de la finca. Después nos enseñó a empacarlas y nos mostró cómo se almacenan en bóvedas para ser transportadas a todo el mundo.
Por último, discutimos con algunos estudiantes lo que habíamos visto ese día. Concluimos que – definitivamente – en Google nunca encontraríamos las respuestas frente al funcionamiento de esta industria. Igualmente, concordamos en que en un texto no se ven fielmente reflejados los procesos que rigen a una organización, que en un libro no se pueden apreciar las historias de vida de las personas, o que en un video no se puede distinguir la pasión de un gerente que ha luchado por más de 30 años por preservar un legado. Esta salida de campo nos dejó a todos con dudas e inquietudes, pero también, con una grata satisfacción de saber que este tipo de proyectos existen y se llevan a cabo en nuestro país. Sin duda todos pudimos ver que la responsabilidad social va mucho más allá de lo que se ve en una clase, y en un país como Colombia, siempre es importante abrir las puertas del aula para ver el mundo y las empresas como lo que son, un tejido infinito de procesos y, ante todo, de personas que aportan aquello que no se puede estudiar y que sin embargo, se aprende todos los días: humanidad.